Fragmento de Política; Estatocracia.

Fragmento de Política. El concepto de estatocracia juega un rol central en mis razonamientos.  La tesis es que la casta estatocrática española está aislada y de espaldas a los sectores productivos.

Además, el sistema electoral derivado de la Transición las aisla todavía más y bloquea su posible regeneración.

(fragmento a partir de la página 29)

élites extractivas

Se puede aceptar que es inevitable que unos grupos sociales saquen más provecho que otros de la acción del Estado. Ahora bien, existen grupos que dan un paso más y no solo se especializan en la habilidad de capturar los beneficios que el Estado promueve, sino que capturan el propio Estado. Se lo apropian y lo manipulan a su gusto y disfrute. A estos grupos se les acostumbra a denominar con el enrevesado nombre de élites extractivas. Cuando la extracción es excesiva se convierte en una amenaza al bienestar del conjunto de la comunidad. Tanta «extracción» resulta insostenible.Si tales grupos extractivos pasan a estar plenamente enquistados en el Estado y devienen parte de su esencia, librarse de los mismos resulta muy complicado. Exige bisturí. Son muchos los analistas que concuerdan en que en España se han consolidado unas castas político-burocráticas-mediáticas asociadas a un paquete de empresas amarradas al BOE, que se han apropiado del Estado y han conseguido ajustar con obstinación la legalidad del mismo a sus exclusivos intereses de grupo.

Una vez aceptado que, de forma general, los Estados pueden estar más o menos capturados por grupos o élites, cabe preguntarse ¿por qué no lo habría de estarlo el Estado español? Cierto, pero aquí entra la segunda parte del análisis, estas élites, en España, ¿son funcionales?, ¿tienen un mínimo de capacidadad aptativa frente a la evolución del entorno europeo y global?, ¿se detecta en ellas alguna posibilidad de regeneración? o ¿se trata exclusivamente intermediarias forzosas que, una vez que han capturado el Estado, solo se preocupan de su mera supervivencia?

la «estatocracia» y Madrid

En el caso español, estas castas extractivas[1] conforman aquello que en el lenguaje vulgar se viene denominando como «Madrid». En realidad debería ser el «poder de Madrid» o lo que fue históricamente «la Corte de Madrid». Aunque no me preocupa mucho ser políticamente incorrecto (mi objetivo no es presentarme a las elecciones), no voy a utilizar este lenguaje, pues lo considero de bajo nivel y resulta innecesariamente agresivo con la amplia mayoría de la honesta ciudadanía de Madrid y su Comunidad Autónoma[2]. Es por esta razón que utilizaré el término «estatocracia» para denominar a estos grupos. Y, cuando convenga, «estatocracia española» o «estatocracia española radicada en Madrid».[3]

Es importante ponerle nombre a las cosas, pues es bien sabido que una cosa sin nombre no existe. Por lo menos no existe en la mente humana. Es aquella fabulosa reflexión de García Márquez: «El mundo era tan reciente que muchas cosas carecían de nombre, y para mencionarlas había que señalarlas con el dedo». Estos grupos extractivos (¡cuánto circunloquio!) necesitan un nombre más apropiado. Un término que sea más fácil de utilizar. Un grupo social sin nombre es un espectro fantasmagórico que cuesta mucho tener en cuenta. Hay que ponerle nombre a este ectoplasma social para poder identificarlo, analizarlo y combatirlo. A sus miembros les encanta estar en esta anonimia, pues es una de las mejores formas de que nadie les cuestione.Sin embargo, para el común de los mortales, es bueno ponerle nombre concreto, de forma que podamos identificar al grupo con rapidez y precisión. Para que podamos marcar distancias con él. Para que, algún día, en la charla de taberna nuestro amigo periodista nos pueda decir, «no te creas que soy un puto estatocrático, es que si no lo escribo así, me incluyen en el ERE».

grupos estatocráticos

La estatocracia española tiene varios componentes. El primero, su núcleo duro, son los altos funcionarios. De forma destacada, abogados del Estado, pero también ingenieros de caminos, fiscalistas, etc. Este grupo es común en todas las estatocracias del mundo. Baste solo recordar aquellas series de televisión británicas como Yes Prime Minister que caracterizaban con mordacidad cómo los burócratas toreaban a los políticos.[4] La peculiaridad de este núcleo de Madrid es que está profundamente marcado por un entorno de parientes, descendientes, colegas, enchufados, etc., de militares y jefazos de la época franquista. La cultura que han mamado es, por decirlo con palabras suaves, muy poco democrática. Cuando en estas altas carreras del Estado entran infiltrados de otros entornos culturales, son rápidamente cercados y metabolizados por el grupo. En caso de resistirse, son rápidamente expulsados como abscesos purulentos. El caso Garzón es un ejemplo.

Otro grupo imprescindible está formado por una parte importante de los políticos. De ellos y sus perversiones hablaré más adelante al tratar del sistema electoral y del sistema de partidos políticos.

Los empresarios de BOE forman el tercer paquete importante. En él se incluyen las grandes empresas privatizadas para «amiguetes» que necesitan estar a bien con el regulador. El regulador será el Banco de España, la Comisión Nacional de la Competencia, la Dirección General de Tráfico y un sinfín de organismos estatales parecidos. En este paquete destacan los grupos financieros (seguros incluidos), las grandes constructoras y, de forma especial, las empresas del sector de la energía, eléctricas, gas, petróleo, etc. El contubernio de las grandes constructoras[5] con los políticos de los dos partidos turnantes ha jugado un rol destacado en la vergonzosa bacanal hispánica en infraestructuras (trenes, autopistas, aeropuertos, centrales eléctricas, etc.) de la última década.

Finalmente, la camada que de hecho lo aglutina todo es la de los medios de comunicación. Propiedad y altos directivos. La argamasa ideológica la suministra, por la mañana, la prensa escrita, la divulga la radio durante el día y la certifica solemnemente la televisión por la noche. Recuérdese que, en comunicación, tanto pesa la acción como la omisión. Se gana poder (y dinero) demostrando que se sabe, pero sugiriendo que se puede callar. La información (periodismo) es la hebra que lo va envolviendo todo hasta darle forma de un magnífico ovillo-pelota. Conclusión: en la bola estatocrática uno es pariente del otro, amiguete del siguiente, amante del tercero, enchufado del primero, concubino de la última.

¿regeneración?

La bola estatocrática, cuando no está dotada de contra-balances, de mecanismos de regulación, tiende a crecer como una bola de nieve, a volverse cada vez más pesada e improductiva. En los estados modernos occidentales, esta regulación se espera que la ejerza la voz del pueblo, la democracia, a través de los políticos electos. Si el sistema democrático (esencialmente, el sistema electoral y su derivado, el sistema de partidos) por la razón que fuere no ejerce esta función, el sistema político falla en su primera obligación. En mi opinión esto es lo que sucede en España y, de esta manera, la bola se hace cada vez más pesada y su improductividad lastra más y más el buen funcionamiento de las instituciones y de la economía. Nos aboca progresivamente a una situación insostenible. No solo para Cataluña, sino para toda España. Se trata de una evolución progresiva hacia escenarios insostenibles sin que seamos capaces de percibirlo. Únicamente una crisis aguda (económica e institucional) la ha puesto de manifiesto. Por lo menos en Cataluña. El soberanismo emergente solo se entiende como una clara reacción a esta hipertrofia estatocrática cada vez más insostenible. Así de simple, así de llano.

Si las consecuencias del aislamiento de la casta estatocrática española son graves para la política en general, resultan peores para la economía.

(fragmento a partir de la página 88)

A mi entender, la gran diferencia entre el Estado español, en manos de nuestra estatocracia, y los demás estados europeos, donde más allá de su propia estatocracia (que la tienen), los sectores productivos tienen voz y voto en la definición de las grandes líneas estratégicas del país. Mi desánimo, sin embargo, aflora cuando, con el actual sistema político y electoral, no se atisba ni la mínima posibilidad de cambio.

Europa financia las PYMES

La casi nula influencia política del tejido empresarial productivo se nota en el olvido de las empresas medias y pequeñas, que son las que realmente mantienen el empleo. Veamos el caso de Alemania. Lleva muchos años bajo el gobierno de Ángela Merkel, que no tiene nada de izquierdas y que debe haber sido cómplice necesaria para hacer realidad muchas desregulaciones. Pues bien, Alemania ha mantenido por lo menos un banco público, el KfW, dedicado específicamente al apoyo de las PYMES y a los proyectos medioambientales con énfasis en el tema de la generación y distribución de energías renovables. Es que, gobierne la derecha o la socialdemocracia, en Alemania las PYME tienen voz y presencia en el sistema político. Su estatocracia no está aislada. Sus políticos tienen que rendir cuentas a la ciudadanía, no solo al partido. Sin embargo, en España los gobiernos socialistas han hecho méritos estatocráticos remachando la privatización total de la banca, y a la ciudadanía no le han contado nada. Y al menospreciar al empresariado productivo que no les adula, quedaron ciegos para intuir cómo su política de desregulación en favor del beneficio fácil era el camino directo al desmantelamiento del sistema de Cajas de Ahorros que hasta hace poco cubría en buena parte la función crediticia de proximidad a las PYMES productivas.

No solo los alemanes, sino también los franceses. Francia había privatizado casi todo su sistema financiero, pero en 2005, bajo el Gobierno Chirac (de nuevo nada de izquierdas)[6], recreó un sistema público de financiación y apoyo a las PYMES, bajo el curioso nombre de OSEO.[7] En 2013, Hollande impulsó su remodelación y le devolvió el título oficial de «banco», Banque Publique d'Investissement, o bpifrance.

En ambos casos, estamos ante ejemplos evidentes de que el Estado, aun estando muy influenciado por la economía especulativa, no está secuestrado por ella y el sector empresarial productivo tiene capacidad de exigirle su apoyo. No parece que este sea el caso del Estado español, que ha contemplado con absoluto menosprecio el cierre de millares de pequeñas y medianas empresas por falta de volúmenes de crédito ridículos al lado de los recursos destinados exclusivamente a salvar la gran banca. Toda España está padeciendo con esto, pero las regiones que más lo acusan son evidentemente las de mayor tejido productivo tienen. Y, espero que estén de acuerdo conmigo, Cataluña es una de las primeras. No es un problema de coyuntura política derivada de las elecciones con resultados de derechas o de izquierdas, es un problema de un Estado secuestrado por la estatocracia y que, encerrado en esta isla que es Madrid, está cada vez más distante de la economía real. Este Estado no nos sirve y no se ve por parte alguna la mínima posibilidad de cambiarlo.

Madrid es una isla

A diferencia de las estatocracias vecinas (europeas o americanas), la estatocracia española está totalmente aislada del sistema productivo en la Capital del Reino. Ello la priva de los mecanismos socioinstitucionales que frenan los crecimientos hipertróficos, por lo que se ha convertido en una bola de nieve que se autosatisface, se autoilumina y tiene tendencia a crecer y crecer ad infinitum. La principal diferencia con las demás estatocracias vecinas es que, en su ensimismamiento, está totalmente aislada de la España productiva. Es importante darse cuenta de que nuestra estatocracia puede estar totalmente al lado de la España social, pues la cultura política de repartir está totalmente asumida. Además, si la política social a desarrollar genera más cargos públicos y posibles «comisiones», no hay problema, se desarrollan más programas sociales. Cuantos más mejor. Pero está totalmente de espaldas a la economía productiva, aquella que genera valor añadido. Son demasiados siglos de vivir de la producción de los demás, desde la conquista de América. La historia pesa, aunque haya quien lo quiera negar.

El poder sistémico de esta estatocracia autocontemplativa complica mucho cualquier intento de reforma en profundidad de Estado, pues cuando se siente amenazada reaviva un perverso instinto de supervivencia que le impulsa a practicar el abrazo del ahogado. Prefieren arrastrarnos todos al fondo antes que reformarse. En este sentido, el reto soberanista catalán se convierte en una fuerza regeneradora, no solo para Cataluña, sino para España entera. En este sentido, España sin Cataluña es un mal escenario, pero hay robustos argumentos que nos dicen que una España con la periferia productiva sometida y ahogada puede ser un escenario peor.

 


[1] Renuncio a calificarlos de élite, ya que esto sería un inmerecido piropo.

[2] No voy a ser aquí tan hortera como para empezar a declarar un amor profundo a la maravillosa y esplendorosa ciudad de Madrid y a sus madrileñas gentes, entre las cuales tengo un montón de amigos repletos de virtudes, bla, bla, bla… Este discurso que tan a menudo oímos sobre Cataluña de la boca de muchos políticos españoles, además de patético, nos causa hilaridad e, indefectiblemente, nos prepara para un nuevo garrotazo.

[3] A pesar de que tenga ilustres residentes en muchas de las capitales de provincia, la estatocracia española está mayoritariamente instalada en Madrid.

[4] El mero éxito televisivo de estas series tuvo un impacto de denuncia que limitó el poder burocrático. En este caso, a diferencia de lo que ocurre en Madrid, los medios de comunicación no realimentaron la estatocracia, sino que la frenaron.

[5] SEOPAN, Asociación de Empresas Constructoras de Ámbito Nacional; ASETA, Asociación de Concesionarias de Autopistas; etc.

[6] Y con total continuidad en el de Sarkozy.

[7] OSEO tenía tres funciones básicas que ahora, ampliadas, las continua bpifrance: apoyo a la innovación (OSEO Innovation), la financiación de inversiones y de operación (OSEO Funding) y créditos bancarios avalados (OSEO Garantie).

 

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